viernes, 27 de enero de 2012

Olvidado entre cenizas


Siempre quiso pasear por las rectas calles de Manhattan, y sentarse a leer el periódico mientras daba sorbos a una diminuta taza de té. Quería sentirse libre, libre de todas aquellas reglas y barreras que limitaban su vida. Le habría encantado cambiar su piso de mala muerte por una pequeña casa en las afueras de Washington, o California quizá.
Le gustaba sentarse en su desgastado sillón, frente a un gran cuadro pintado al óleo, con vistas a la Torre Eiffel, aquella que nunca tuvo oportunidad de ver con sus propios ojos. Volvía tarde a casa, para hacer creer a la gente que tenía algo mejor que hacer que sentarse en el viejo banco de un parque y dedicarse a tirar pedazos de pan al suelo, con la intención de que algún pajarillo acudiera a saludarle con su dulce trinar. No estaba cuerdo, al menos no del todo, pero había vivido en su realidad, una realidad oculta tras alcohol y sedantes.
Tal vez, a él le hubiese fascinado poder escribir un libro, relatando cada detalle de sus miles de viajes por todos los rincones del mundo, o de la cantidad de bares en los que podría haberse parado a tomar cafés. Tal vez... pero puede que ahora ya fuera en vano, puede que detrás de aquella fachada que ellos se dedicaban a apedrear sin compasión, los ladrillos ya estuvieran cayendo uno a uno, desde hacía tiempo, robándole la vida.